La astrología, esa antigua disciplina del pensamiento nos enseña que lo que pasa en el cielo se refleja en nuestro universo interior, en nuestro inconsciente y se proyecta en sucesos a nivel personal y, en el caso que nos ocupa, a una escala que envuelve a toda la humanidad.
Allá afuera, en ese espacio que conocemos como Sistema Solar, dos planetas, dos energías simbolizadas por dioses mitológicos buscan el mismo fin pero transitan caminos diferentes y se valen de estrategias diversas. Por un lado está Urano el señor de los cielos, el padre de todo lo creado, el antiguo dios que tomó a Gea (La Tierra) por esposa y sembró en ella la semilla de todo lo existente. Su contendor Plutón, el señor de las sombras, el dios subterráneo, dueño de todas las riquezas que subyacen bajo la superficie.
En la mitología, el conjunto de leyendas, relatos que idearon los griegos para explicar el mundo y luego los romanos acogieron y esparcieron por todos los territorios conquistados, los dioses son arquetipos, seres fabulosos llenos de cualidades y defectos bajo cuyo capricho nacemos, vivimos y morimos los seres humanos. Cada uno de ellos es el resumen de nuestros deseos, pasiones, talentos y defectos y marcan nuestro destino, llenan nuestro sendero vital de experiencias, retos, triunfos y fracasos, en el devenir de esa maravillosa aventura que es la vida.
Urano tarda aproximadamente 84 años en completar su órbita alrededor del Sol, mientras Plutón el más lento lo hace en aproximadamente 250 años, al ser tan lentos respecto al transcurrir de la vida humana inciden no solo a nivel individual, sino colectivo, generacional y sus efectos se miden a largo plazo generando cambios definitivos y trascendentales en la tierra que habitamos.
Urano está asociado a los cambios repentinos, explosivos e impactantes. También está involucrado en el avance científico y tecnológico. Es el revolucionario, el detonador, el que nos hace sentir que la incertidumbre siempre esta presente y que las cosas que creemos seguras no lo son en lo absoluto. Irrumpe de un momento a otro en nuestra existencia, nos mueve la alfombra y derrumba lo establecido. Todas las estructuras que no estén asentadas sobre bases firmes tarde o temprano van a ser impactadas y demolidas por esta energía de cambio permanente. Al principio puede generar caos, confusión y violencia como elementos que necesita un nuevo estado de cosas.
Del caos primordial nació el universo que conocemos, el orden natural, los sistemas que permiten el palpitar de nuestro corazón y el pulsar de las estrellas. Así mismo a veces necesitamos un hecho sorpresivo para comenzar de nuevo, para explorar otros senderos, para atrevernos a cambiar. Esa es la invitación que nos hace Urano.
Plutón, mientras tanto, se mueve como un topo, de manera subterránea y oculta corroe las bases podridas y raíces moribundas de lo que esta destinado a morir. Es la muerte como cambio definitivo e irreversible. El final de lo establecido, la transformación y los procesos evolutivos sin los cuales todo estaría petrificado. Vida y muerte como polos o caras de la creación eterna. El ciclo de la creación y la destrucción de hombres y mundos. Es el esqueleto con la guadaña y también el jardinero con la semilla. Plutón es el propietario de los recursos que guarda nuestro planeta bajo su superficie, minerales, hidrocarburos, rocas y manantiales, domina la energía de los volcanes y mueve la tierra a su antojo con sismos y terremotos.
¿Qué viene ahora? Sin duda cambios profundos y removedores a escala planetaria con implicaciones a largo plazo que impactaran a toda la humanidad debido a las influencias de Urano y Pluton. Vientos de cambio que se transformaran en un tornado que nos llevará hacia otras playas donde quizás encontremos la paz que necesitamos para seguir ocupando nuestro lugar en este increíble universo.
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Ahora vamos a conocer una hermosa leyenda:
¿De dónde vienen las estrellas de mar?
«En las noches sin luna (Luna Nueva) las estrellas de mar buscan el camino para regresar al cielo de donde algún día cayeron. Las estrellas fugaces son las que se enamoran de una estrella de mar y descienden a buscarla para llevarla de nuevo a su hogar.» Leyenda de los aborígenes arahuacos (Caribe)
Foto: Ben Hicks, Bahamas.